viernes, 18 de mayo de 2007

MALO O BUENO

Una maldad definida, sin involucrarse emocionalmente, fría como dicen algunos profesionales de la emoción.

No es que no considere lo bueno, a veces, se me da por querer ser bueno, un santo impecable, pero estos días me tira la maldad, la hijoputez, la contradicción flagrante, la maldad de teatro, de ópera apocalíptica; por eso me encanta el malo de Isidoro Ducasse, el llamado conde de Lautremond, que en sus escritos dice: -Era un bebé precioso, un querubín recién bajado del cielo, un milagro, que tuve el deseo casi incontenible de cortarle los mofletes con una navaja de barbero, si la hubiera tenido a mano-. Un libro malvado, por lo menos en intención, quizá si el infierno está asfaltado de buenas intenciones, es seguro que el cielo lo está de malas.

Lo divertido de juguetear a ser malo, es el salto de las reglas creadas por los hipócritas que piensan que existe lo malo por un lado y lo bueno por el otro. Hay un poder adicional al actuar malamente, una "libertad mala" por así decirlo, que el buenazo de lo bueno, se constriñe, se limita respetuosamente, como una paja mental, o si se quiere manual, contenida, gozosa, pero sin derrama, sin culminación.

La cosa es que ese misterioso yo que tenemos o qué sé yo, quiere ser algo, necesita ser alguien, bueno, malo, regular o lo que sea, hay gustos varios en esto, ahora, si "yo" quiere ser algo, es por que seguramente no es un carajo en absoluto. Y esto ya me aburre, así que yo sigo con mi entretenimiento de ser malo a secas, y el que esté despierto que investigue este asunto.

¡ Salud monos sombríos!

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